Moby Dick: del libro al cine

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Dir: Millard Webb, 1926

Primera adaptación al cine de la obra de Herman Melville, Moby Dick. En esta adaptación libre de la novela, narra los precedentes a todo lo narrado por Melville. La transformación del enamoradizo vigía Ahab (John Barrymore), a capitán mutilado del Pequod acosado por una obsesión. La historia triangular, de odio fraternal y amor pasional, cae en el peso de unos personajes que no aparecen en la novela (un hermanastro de Ahab y la hija del pastor).

Webb director hasta entonces de la Warner (fue de hecho, su última película para este estudio) monta la película a base de planos fijos, de poca profundidad de foco y sin movimiento alguno, a pensar que F.W. Murnau, ya había hecho uso del movimiento de cámara dos años antes en El último. Debido a este estatismo anacrónico, y a sus más de dos horas de metraje, Webb no consigue mantener el ritmo durante toda la película, a pesar de la introducción de algunos flash-backs que serían por aquellos años la repanocha, y de algunos planos detalles realmente interesantes.

Los efectos especiales más destacados son algunas transparencias en las ensoñaciones de Ahab, y los juegos de sombras con las que el capitán cree ver como se besan su hermano y Esther (Dolores Costello). Aunque Costello no era la opción para encarnar a Esther, la testosterona de Barrymore se impuso a la opinión del Estudio.

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Como adaptación no tiene mérito, puesto que es tan libre que el tema principal de la novela casi es tratado de puntillas. The sea beast es más una obra de cine independiente a Melville, hecho por la Warner como una superproducción de la época con una de sus más afamadas estrellas, y con un director, que aún no sabía mover la cámara.

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LaFieradelMar-MobyDick-LloydBacon-EEUU-1930-003La fiera del mar (Moby Dick)
Dir: Lloyd Bacon, 1930

Esta segunda adaptación a la gran pantalla abre con los mismos créditos que su predecesora muda. Un gran libro de título Moby Dick en cuya portada aparece un velero se abre por una mano misteriosa. Esta versión sonora, no es más que una réplica de la versión muda que en 1926 realizó Millard Webb. Repite como capitán Ahab, John Barrymore, cuya actuación en este trabajo supera con mucho su primera encarnación de Ahab. Principalmente porque en esta versión, existe un mayor equilibrio entre la historia de amores y odios del trío protagonista, y la historia de la locura y sinrazón de la caza de la ballena blanca. Aunque al buscar un motivo para esta sinrazón (la pérdida del amor de Ahab) elimina toda la carga existencialista de Melville.

Con una duración mucho menor, Bacon consigue abreviar de manera notable todo el contenido residual de la primera adaptación, y se centra en el cambio personal de Ahab, que Barrymore realiza con excelente solvencia.

Encontramos además, algunas elipsis elegantes que ayudan a agilizar el metraje, como el momento en que tras un fundido en negro, el perro que acompañaba a Ahab, aparece como compañero de Esther (Joan Bennett) mientras ella borda un prenda con el nombre de Ahab.

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De las cosas más interesantes que se pueden observar en esta película es el uso pionero de la panorámica en el momento en que los botes caen al agua para perseguir a la ballena. Instantes antes de que Moby Dick se zampe la pierna de Ahab, la pantalla vuelve a su estado natural.

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Algunas modificaciones en el guion, como que el hermano no sea tan, tan maquiavélico, también ayuda para que la historia sea más llevadera. Warner Bros. realizó al mismo tiempo una versión alemana rodada por Michael Curtiz de título Dämon des Meeres (Demonio de los mares) y que desgraciadamente se considera perdida.

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MobyDickLaBallenaBlanca-LaBalenaBianca-1956014Moby Dick
Dir: John Huston, 1956

Tuvieron que pasar dos años, una vez terminada la película, para que este trabajo de Huston viera salida comercial. Un trabajo cuyo presupuesto astronómico para la época (4.5 millones de dólares), y un argumento nada popular (hasta el momento, las dos adaptaciones habían variado el argumento amoldándolo a las convenciones de la época), etiquetaron la película como maldita. Ni el adorado Gregory Peck, salió bien parado de las críticas que apuntaban a una caracterización muy joven del capitán Ahab. Aunque yo creo atribuir que las críticas furibundas de por aquel entonces van más encaminadas al problema que surgía por aquellos años cuando una estrella del mainstream encasillada en papeles de héroes, tenía la insensata idea de cambiar de bando. Algo parecido a aquellas absurdas voces que han criticado la maravillosa presencia de Henry Fonda en Hasta que llegó su hora (Sergio Leone, 1968).

Welles, que intentó llevar sin éxito a la pantalla grande la adaptación de la novela, hace un pequeño cameo como el padre Mapple, en una escena que él mismo escribió. Escena con mucha intensidad rodada desde un embrutecedor contrapicado. Welles pudo ser, como bien quiso Huston, un insuperable capitán Ahab. Pero donde manda patrón, no manda Starbuck alguno, y el patrón es quien pone la onza de oro sobre el mástil más alto del navío. Y aunque como he dicho anteriormente, no le encuentro muchas pegas a la caricaturización que hace Peck, si es cierto que cuanto más viejo, más cascarrabias se vuelve el hombre y que por el mismo motivo, pero a la inversa, la inocencia de un Ishmael veinteañero queda mitigada por el físico casi cuarentón de Basehart.

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Huston encuentra la manera de perfecta de componer las escenas con una acertada elección del plano en cada momento. El plano corto dentro del barco consigue transmitir el espacio cerrado y minúsculo del Pequod, un reciento claustrofóbico sin salida, en el que los marineros lidiaban a la muerte. Mientras que los primerísimos planos de Ahab, siempre se tomaban con cierta inclinación buscando las sombras y severidad del personaje.

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Evidentemente, el guion de Bradbury y Huston, no termina de recoger toda la carga filosófica, ni cierta forma de vida errante ligada a una lealtad ciega, que podemos apreciar en la novela (algo comprensible), pero queda un esbozo en sus instantes finales cuando Starbuck (Leo Genn), arremete todo corazón, contra la fiera en busca de su capitán. Es mi pasaje favorito:

– A por ella -dice Starbuck.
– ¿A por el diablo? -pregunta sorprendido y asustado Stubb.
– Moby Dick no es el diablo. Es una ballena. Una ballena monstruosa, sí, pero nada más. Somos cazadores de ballenas. No huimos de ellas, las matamos. Mataremos a Moby Dick. Remad.

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Paradigma del cine de aventuras, Huston supo plasmar el corazón de la novela en este proyecto, dando como resultado una película que se disfruta desde cualquier prisma cinéfilo en el que el espectador se encuentre sumergido. Y esto es debido a la calidad de un director que controlaba el tempo y la escena con una envidiable enjundia. Directores como Raoul Walsh y John Huston, exponentes máximos del cine de Estudio de la edad dorada de Hollywood, ofrecían un cine pasional, para un público mayoritario (sin contar excelentes excepciones más líricas y personales) aún no lobotomizado por los efectos especiales, guiones explícitos y escenas de videoclip. Siempre habrá tiempo y ganas, para revisar El tesoro de Sierra Madre de Huston o Murieron con las botas puestas de Walsh, y siempre habrá razones para disfrutar con el Moby Dick y su especial Technicolor (de efecto pastel, con el que intentaron reproducir los grabados de la época). Ya veremos, si entrada la jubilación, y con la holgazanería por rellenar el día, decido anteponer en mis preferencias un Bresson a un Huston.

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cartel_capitaine_achab_0Captain Ahab (Capitaine Achab)
Dir: Philippe Ramos, 2007

Película a la búsqueda del personaje. Deconstrucción de Ahab (Denis Lavant): una vez conocido el mito, indagamos en su formación.

Interesantísimo ejercicio formado a base de cinco capítulos (narradores) que conglomeran la vida del marinero, desde su nacimiento (la película abre con el sexo de su madre) hasta su muerte (el último plano es un evocador cielo).

De lo narrado (literal o audiovisualmente) con anterioridad, no interesa nada. Ramos da por sentadas las bases, da por aprendida la historia y solo queda la libertad. De Melville no queda nada y está todo. Ramos transfigura la novela a poesía visual con largos planos serenos, con exteriores llenos de inmensidad, con parquedad en el diálogo. Sobran, seguro, ciertos momentos musicales; pero también sobra ingenio en esta propuesta lírica, cercano en sus primeros capítulos, al cine de Malick.

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La lástima, digo yo, es que al final, nos encontremos con la ballena blanca. Porque si bien, Ramos consigue con elipsis acertadas, oler solo su sombra, en el capítulo final narrado por Starbuck, la ballena surge del averno. Hubiera preferido que el encuentro final, quedara también obviado, aunque la fuerza visual en estos momentos finales vuelve a ser tan potente como en sus primeros capítulos.

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Y a todo esto, Philippe Ramos incluyendo imágenes de archivo de la caza de ballenas. Cuando el hombre se enfrentaba a la bestia mirándola a la cara, y la muerte era cosa de dos. Encuentro que no hay mejor tributo para la historia, para Melville y para el personaje de Ahab, que estos escasos minutos documentales: un arpón se hunde en el lomo de una ballena, y el bote, planea velozmente sobre el mar mientras su tripulación intenta mantener la compostura. Gira de popa a proa, como una atracción de feria, y continúa saltando sobre el mar mientras la bestia galopa herida de muerte. La imagen desaparece, pero el peligro sigue tangible en el momento en que Ahab, (minutos después, y recuperado yo el color y la ficción) se lanza tras su ballena asesina.

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2010_Moby_Dick-490756399-large2010: Moby Dick
Dir: Trey Stokes

Mentiría si no reconociera que me encanta la productora The Asylum. Me recuerda a mi niñez, cuando devoraba productos de serie Z donde encontraba litros de salsa de tomate.  A la hora de visionar una de las joyas que componen el innumerable catálogo de esta productora (solo para DVD), hay que tener claro lo que se va a ver. Porque enfadarse, a estas alturas, es cuando menos, absurdo. Así que recomiendo verla en compañía, cuanta más, mejor. Con mucho alcohol, cuanto más, mejor y con ganas de reírse.

No he visto ni una de sus películas que no sea una auténtica bazofia. Pero son irresistibles, para que engañarse. Es una manera de comprobar hasta donde llega la estupidez humana, o las ganas de hacer el ridículo. Hay que decir que conforme pasan los años, The Asylum mejora sus efectos especiales. Esto puede dar una idea de lo que eran sus películas no hace mucho tiempo: un copia-y-pega eterno de algunas escenas y decorados de cartón mal pintados. Sin exagerar, de verdad.

Ahora bien, ni Lorenzo Lamas buscando al Megatiburón hizo una actuación tan escandalosamente divertida como la que hace para este Moby Dick, Barry Bostwick (como capitán Ahab). Y lo demás es superfluo, evidentemente. Eso sí, no busques a Melville por ningún lado, está cagándose en Trey Stokes.

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